Ervin László, doctor en
Filosofía de la Ciencia con cuatro doctorados honoris causa
"Todo está conectado y nada
desaparece"
Tengo 79 años.
Nací en Budapest y vivo en la Toscana. Casado, tengo dos hijos y un nieto. La
política de partidos está obsoleta, en el futuro las personas se
autoorganizarán en grupos. Creo en una realidad superior que puede incorporarse
dentro del conocimiento científico
Humanista
Niño prodigio, virtuoso del piano, a los nueve años debutó con la
Filarmónica de Budapest. Dos veces nominado para el premio Nobel de la Paz,
creó el Club de Budapest, un laboratorio de ideas para un mundo más ético, y la
Universidad del Cambio Global, que opera por internet y ofrece un programa de
graduación en economía, arte y religión. Tiene 75 libros publicados, entre
ellos El cambio cuántico (cómo el nuevo paradigma científico puede
transformar la sociedad), El cosmos creativo y La revolución de la
conciencia, editados por Kairós. Sus investigaciones le han llevado a
defender la existencia de un campo cósmico de interconexiones que conserva y
transmite la información.
Concertista de
piano, filósofo, físico...
Mi interés es
transdisciplinar. Si la evolución es cierta, de lo físico surgió lo biológico y
más tarde lo social, psicológico, político... Es todo un continuo y yo siempre
he querido entender qué proceso hay detrás de todo ello y cuál es nuestro lugar
dentro de ese proceso.
Y fundó el
Grupo de Investigación sobre la Evolución General.
Quería saber
más y era consciente de que solo no lo iba a conseguir, así que reuní a un
grupo de científicos, investigadores y pensadores para desarrollar una nueva
teoría general de la evolución que iluminara el camino de un mundo mejor en
respuesta a la rápida proliferación de armas nucleares.
Y el Club de
Budapest (1993).
De nuevo se
trataba de unir fuerzas para cambiar el rumbo de nuestro mundo (insostenible,
polarizado e injusto) y encaminarlo hacia la ética y el humanismo.
Visionario.
Los líderes no
estaban dispuestos a hacer nada. Nosotros, científicos de distintas áreas,
defendíamos otro tipo de crecimiento, que hoy llaman sostenible, y teníamos
claro que necesitábamos líderes de opinión para difundirlo. Entre los primeros
miembros estaban el Dalái Lama, Milos Forman, Mijaíl Gorbachov, Yehudi Menuhin,
Rostropóvich, Arthur Clarke, Desmond Tutu... Ahora ya somos sesenta.
Y ha
encontrado una teoría científica que sustenta esa lucha.
Creo que hay
un campo de información como sustancia del cosmos del que participamos todos.
Esa dimensión que no se puede observar pero que es real hace que todas las
cosas se conecten entre sí y es también una memoria: cuando algo tiene lugar la
información permanece en esa dimensión.
Le ha llamado
campo akásico.
Hace 5.000
años los sabios hindúes, aparte de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y
agua), definieron un quinto que los contiene a todos: akasa, matriz de toda
materia y fuerza del universo. Me di cuenta de que esa idea era la que yo
intentaba definir como campo psíquico profundo y le cambié el nombre. Hoy
muchos científicos trabajan con ella.
¿Tiene bases
científicas?
Sí, tengo
varios libros publicados que ahondan en ello. El campo akásico crea coherencia
entre los distintos campos (electromagnético, gravitatorio, nuclear, cuántico y
el de Higgs) y explica los misterios que las diversas ciencias compartimentadas
no son capaces de explicar, por ejemplo: no se entendía cómo organismos
complejos se transformaban en otra especie, capacidad sin la cual todavía
seríamos algas marinas.
Las llaman
mutaciones espontáneas.
Sir Fred
Hoyle, reconocido cosmólogo y físico, calculó la posibilidad de ese azar:
"Equivale a que un huracán entre en un desguace y que su paso deje un
avión montado".
¿Entonces?
Todo está
autoorganizado. Yo y otros científicos creemos que el campo akásico está
implicado en la evolución de los universos.
¿Cómo
evolucionan los universos?
Nacen unos de
otros. Al big bang se le llama ahora el big bounce (el gran rebote). Un
universo como el nuestro va expandiéndose hasta que se colapsa y empieza a
contraerse hasta una dimensión cuántica, toda la materia del universo acaba en
la cabeza de un alfiler, y entonces la fuerza de expansión es tan fuerte que
ocurre una explosión que crea nuevos universos.
¿Y vuelta a
empezar?
La información
que se ha generado en este primer universo es heredada por el segundo, de la
misma manera que un cigoto tiene la información de los padres. El campo akásico
es holográfico, la información de toda la imagen está en cualquier punto. Todo
está conectado y nada desaparece.
Entonces, usted
o yo, ¿contenemos toda la información del universo?
En un estado
alterado de conciencia podemos acceder a esa información que no está en el
cerebro pero que este es capaz de capturar. El gran error del mundo moderno ha
sido considerar que todo lo que no se puede oír, tocar o ver es una ilusión. La
realidad fundamental no es observable directamente, y le voy a dar un ejemplo.
Adelante.
Si tiro el
bolígrafo observo cómo opera la gravedad, pero no puedo ver el campo
gravitatorio, sólo el efecto. Todas las fuerzas de la naturaleza están en esa
dimensión más profunda y sólo observamos los efectos. Yo baso mi teoría en la
física cuántica, en las observaciones biofísicas de los seres vivos, en la
psicología transpersonal y en la cosmología que estudia los multiversos.
¿Cómo explica
la convulsión actual?
Es parte de la
dinámica de la evolución, cuando se alcanza un punto crítico, que es el punto
de bifurcación, el sistema o bien se desmorona o bien se reorganiza de otra
manera para estabilizarse.
Y estamos en
ese punto crítico.
La Tierra es
como una nave espacial con una tripulación de 7.000 millones de personas,
recibe energía del Sol pero no materia, por tanto la regla es sencilla: hay que
reciclar, vivir en armonía entre nosotros y con el planeta, crear una cultura
más ética.
¿Cuál es el
primer paso?
Alcanzar una
masa crítica, bastará un 1% del 1%. Por eso hemos creado la Universidad del
Cambio Global a través de internet .
Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
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