dimarts, 1 de novembre del 2011

LA RESPONSABILIDAD EMOCIONAL DE LOS PADRES - TERESA PUYOL -II Congreso de los niños

LA RESPONSABILIDAD EMOCIONAL DE LOS PADRES ES CREAR UN MUNDO MÁS ÉTICO, MÁS AMOROSO Y MEJOR PARA NUESTROS HIJOS.
Fundamentos de la paternidad responsable:
NO HAY PADRES PERFECTOS: Aunque muchas veces nos lo creemos y pensemos que tenemos la verdad absoluta. Tener consciencia que no somos perfectos, ni lo sabemos todo, nos aporta una gran virtud, comportarnos desde la humildad, aceptar que todos y todo, por muy insignificante que sea, puede ser un gran maestro.

NO HAY RECETAS UNIVERSALES: No podemos aplicar las mismas estrategias con cada uno de nuestros hijos o alumnos porque cada uno es diferente, ocupan un lugar diferente y nosotros también estamos en momentos diferentes de nuestra vida. Los que tenéis muchos hijos lo sabéis muy bien. Queremos aplicar aquello que hicimos con un/a hijo/a y que el resultado fue exitoso y resulta que con el otro hijo/a no funciona.
Las recetas o las estrategias que nos han servido para primer hijo no nos van a servir para el segundo ni para tercero ni aun menos para último.

NO NACEMOS SABIENDO SER PADRES: Los niños no vienen al mundo con un pan bajo el brazo, ni con un manual de instrucciones, aprendemos con ellos a ser padres. Para conducir un coche vamos a la autoescuela, para aprender cualquier oficio vamos a la escuela, para ejercer de padres, que es la tarea más importante porque estamos creando el futuro, no creemos necesario ir a la escuela y aprendemos como buenamente podemos.

INVENTAMOS O REPETIMOS: Somos animales de costumbres y muchas veces repetimos aquello que hemos aprendido y aunque nos propongamos de no hacerlo, en situaciones de presión o estrés, repetimos los modelos de nuestras figuras parentales, es decir, los padres, por esto es importante tomar consciencia y crear la realidad que sí queremos crear.

Uno de mis primeros trabajos que tuve de muy jovencita, fue trabajar como educadora en un proyecto muy interesante y muy innovador en el Ayuntamiento de Barcelona. Consistía en normalizar la vida de unos niños y jóvenes que estaban en un asilo, dependiente del Tribunal Tutelar de Menores. La idea era de integrarlos en su propio barrio, en su propia comunidad. Una experiencia muy interesante para mí pero me desbordó totalmente, hasta tal punto que somatice los efectos de mis emociones mal canalizadas.
Había situaciones que no entendía para nada. Estaba con niños y jóvenes tenían familias mayoritariamente muy desestructuradas. Padres que los habían maltratado, violado, abandonado… y cuando repasábamos la historia de la familia, observábamos que estos padres, a su vez habían sido maltratado o abandonados por sus propios padres es decir los abuelos, y estos a su vez también habían sido maltratados por sus padres, los bisabuelos. Los padres hacían lo mismo con los hijos. Yo no entendía nada, porque desde mi criterio pensaba: Si a mí me hubieran maltratado, lo que yo no haría nunca es maltratar a mis hijos, no repetiría este modelo con mis hijos. Pero resulta que esto no siempre funciona así.
Me di cuenta que cuanto más desestructurados emocionalmente estamos, menor conciencia tenemos sobre nuestros actos y está mochila emocional la vamos pasando de generación en generación como si fuera un herencia genética.
A partir de esta experiencia empecé a reflexionar muy profundamente él porque los seres humanos nos comportamos de la manera que nos comportamos.

Educar es el arte de crear, y creamos aquello que creemos: Inventamos o repetimos. Toda creencia para que se manifieste, la hemos de incorporar primero en nuestra mente y en nuestro corazón. No podemos creer en algo, que no lo tengamos previamente codificado. Sí estamos creando un entorno, una familia, un aula, lo haremos según nuestras creencias, según nuestro aprendizaje. Según nuestro bagaje emocional. Si no nos detenemos a reflexionar que hay en nuestra mochila personal, vamos a repetir con la máxima fidelidad aquello que hemos a aprendido.

Los niños empiezan a crear su mapa mental y su visión del mundo en función de lo que están aprendiendo, especialmente a nivel emocional. Por eso los niños maltratados han hecho una asociación de lo que es el amor en las relaciones parentales. De manera inconsciente e intuitiva, el niño percibe que si sus padres, (que son la figura más importante y los que se supone más le quieren), le maltratan, interpreta, a través de dicha conducta, lo que es el amor, y piensa: Si mis padres me maltratan es porque me quieren. Ellos relacionan maltrato con amor haciendo una asociación, integrando que el maltrato forma parte del amor. Con lo cual como no han tenido otro aprendizaje, o modelo de amor, perpetuaran este modelo con su pareja y con sus hijos. Han integrado esta asociación y cuantas más veces se repita este maltrato, más profundamente serán las raíces o anclaje en su mundo interno. Si no aprendemos con amor nos será más difícil el intercambio entre dar y recibir amor.

Hacemos /reproducimos aquello que hemos aprendido.
Si nosotros hemos aprendido a relacionarnos con nuestros padres desde el desamor, desde el maltrato, desde la crítica o la desvalorización, a no ser que le pongamos consciencia y responsabilidad, para crear otro modelo, vamos a reproducir el modelo aprendido.
Por este motivo es tan importante ser responsables de nuestras actitudes y emociones. Como padres somos un modelo de referencia para nuestros hijos y como educadores tenemos la responsabilidad de crearnos o re-crearnos como padres. La educación es el arte de crear, y tendremos que crearnos en cada etapa del crecimiento de nuestros hijos, con nuevas estrategias para poderlos acompañar en su crecimiento integral.
La palabra responsabilidad significa encontrar respuestas a las situaciones, retos, dificultades, problemas, crisis, que la vida nos pone por delante. Pero no solamente es encontrar respuestas, también significa decidir y asumir las consecuencias y resultados de nuestras acciones. Por lo tanto, para ser realmente responsable hemos de reflexionar qué es lo que estamos creando y si es esto lo que realmente queremos.
Toda decisión que tomamos tiene consecuencias, tanto si hacemos como si no hacemos, esto producirá resultados. La responsabilidad mayor que tenemos es tomar consciencia que todas las decisiones que ejecutamos tendrán resultados y consecuencias.

El primer paso para responsabilizarnos como padres es tomar consciencia de dónde estamos, de dónde venimos y dónde queremos llegar.
La inconsciencia es una característica muy peligrosa y muy dañina, porque nos impide enfocarnos a lo que sí queremos crear desde el amor y nos dejamos llevar por nuestra mochila emocional.

Sería conveniente que de cuando en cuando, pudiéramos vaciar nuestra mochila y revisar si todo lo que llevamos en ella nos sirve para caminar ligeros en la vida y sobretodo comprobar si está llena de amor, para podernos relacionar con los demás con más sensibilidad, con más empatía y con más tolerancia.

Una de las frases más popular de Gandhi fue: Sé tu el cambio que quieres ver en el mundo.
Estamos en un momento de mucha indignación colectiva y con mucha razón. Responsabilizamos a políticos, banqueros, empresarios de la inconsciencia que han tenido al crear el mundo actual y la crisis en la que estamos y que ahora no sabemos cómo arreglar. Por eso decimos que el mundo está en crisis, pero no es una crisis exclusivamente económica, es una crisis de valores, de falta de visión de mundo que querríamos tener y dejar en herencia a nuestros hijos. Pan para hoy hambre para mañana.
Es necesario pedir responsabilidades
También sería necesario mirarnos a nosotros mismos, para tomar consciencia que en nuestro micro universo, en nuestra familia, aula, entono, realmente caminamos, Si estamos impregnados con valores éticos, solidarios, humanos y si los expresamos a través de nuestra conducta.
Para responsabilizarnos es necesario conocernos.
El viaje más largo, es el que se hace hacia el interior de uno mismo
A veces nos quedamos en la superficie y no vemos o no queremos ver lo que está oculto, nos convertimos en analfabetos emocionales.
Conocernos es tomar consciencia de nuestro mundo interior, de nuestros valores.

Sería muy constructivo si visualizáramos que legado queremos dejar a nuestros hijos, si nos preguntáramos:
“¿Qué familia quiero crear, qué modelo de padre/madre o educador/a quiero ser?”

¿Qué valores quiero expresar?
Quizá unos de los valores que hayan salido más, sean la responsabilidad, el respeto, la tolerancia, el amor, el compromiso, la coherencia…

Un valor es aquello que le damos la máxima importancia. Los valores deberían ser nuestra brújula, nuestro norte y toda nuestra conducta debería estar impregnada por estos valores, como si fuera una fragancia. Nuestro camino de vida estaría guiado por este norte. Pero cuando expresamos a través de nuestra conducta valores contrarios a lo que consideramos lo más importante y bueno, esto nos produce un conflicto interno de máximo riesgo. Porque si para mí un valor supremo es estar con mis hijos, para educarles y ayudarles en su crecimiento y resulta que no los veo más que 10 minutos al día, esto me va a producir mucha ansiedad y dolor emocional. Llegado a este punto, cambio de valores o cambio de rumbo, porque esto es poco sostenible emocionalmente. En estos momentos hay padres que han perdido el rumbo y se han posicionado en padres abandónicos de su responsabilidad y delegan en abuelos, tele, ordenador, canguros o actividades extraescolares, su responsabilidad como padres.

Uno de los valores máximos en todo educador debería ser la COHERENCIA: Es una de las cualidades o virtudes más importantes. Ser coherente significa hacer lo que digo y pienso, es la sinergia entre el ser y el hacer. No es muy coherente decirles a nuestros hijos lo que han de hacer, cuando nosotros no lo hacemos o hacemos lo contrario. Recuerdo una señora que ella decía que tenía muy baja autoestima y me pregunto: ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a que tenga una buena autoestima? Mi respuesta fue muy rápida: Empieza por ti misma. Tu hijo aprenderá de ti. No es coherente decirles a nuestros hijos que no chillen, gritándoles. No es coherente, regañarles porque no están quietos estudiando, cuando nos ven que vamos todo el día como “una moto”. Somos un ejemplo para nuestros hijos.
Para ser coherentes y demostrar a nuestros hijos que el amor es un valor universal, deberíamos aplicarlo a nosotros mismos. Para expresar amor a nuestros hijos también es sano sentir agradecimiento con nuestros padres. Ellos nos han dado lo que han podido o sabido, no tenían más.
¡Reconciliarse con la vida es hacer las paces con nuestro pasado!
Educar es acompañar a nuestros hijos en su desarrollo integral. Educar hacia el ser, es educarles desde su esencia.
Educar con responsabilidad es dar un ejemplo de vida.
Os contaré un cuento
Una hora de tiempo
Un día cualquiera de la semana un padre descansaba de su jornada laboral; mientras leía el periódico, miraba las noticias por la tele. Su pequeño hijo de 5 años se le acercó y le preguntó:
--Papá, ¿cuánto ganas por hora?
El padre dirigió un gesto muy severo al niño y contestó: No me molestes, que estoy cansado.
¡Pero papá! , insistía el niño, dime, por favor, cuánto ganas por hora.
El padre, para que le dejara de molestar le dijo con indiferencia: 100 euros por hora
Papá, ¿me podrías prestar 50 euros?
El padre montó en cólera y le dijo: ¡Vete a dormir!.. y no me molestes más, eso son cosa de mayores.
Al cabo de unas horas, el padre reflexiono sobre su actitud, y reconoció que se había comportado muy poco amorosamente con el niño y se sentía culpable. Se dirigió a la habitación de su hijo a ver si aun estaba despierto. En voz baja preguntó al pequeño:
¿Duermes? Dime papá, contestó el niño entre sueños.
Aquí tienes el dinero que me pediste, respondió el padre.
El pequeño dio un salto de la cama, le dio las gracias y metiendo su manita bajo la almohada sacó unos billetes. Ahora ya completé el dinero; tengo 100 euros.
¿Me podrías vender una hora de tu tiempo?

No hay posesión más valiosa que, la que tenemos dentro del corazón para ofrecerla a los demás.

Educar es dar amor desde el corazón.
Muchas gracias y os deseo mucho amor en vuestra vida.
TERESA PUYOL II Congreso de los niños – octubre 2011 Barcelona